A continuación se comparte una idea general, retomada de la CONFERENCIA DE CLAUSURA. XI CONGRESO
NACIONAL DE INVESTIGACION EDUCATIVA. MERIDA, YUC. 5-9 DE NOVIEMBRE DE 2007
A ocho años que distan de aquel presente
y hoy pasado en Yucatán, me encuentro con un texto que lo encabeza una pregunta
¿recuperar la esperanza?, justo en este
momento al que percibo caótico, en crisis, ¿será la secuela de ese quinto sol
en movimiento al que se refería Pablo Latapí Sarre? En la clausura del IX
Congreso Nacional de Investigación Educativa, donde las reflexiones se tornaron
sobre la evolución de la Investigación Educativa en nuestro país, aunque si el
Quinto sol concluyó a finales de 2012, que continuará?…
Un texto dividido en 7 momentos,
incluido el epilogo, de lo que rescato lo siguiente:
1. Los primeros pasos:
Mirando al pasado en no más de
cuatro décadas, refiere que aquellas iniciativas contribuirían a la
construcción de un mejor país, ya que en ese entonces no existía como tal la
Investigación Educativa, sólo las orientaciones de Moisés Sáenz y Rafael
Ramírez, estos influidos por el pensamiento de Dewey.
Concebir entonces a la educación
como un objeto de estudio multidisciplinar: sociología, economía, estadística,
psicología, antropología social, administración, historia, ingeniería en
sistemas, etc., etc., fue un cambio de paradigma, idea apoyada por la OEA y la
UNESCO.
A partir de los 80s, se empezaron
a integrar investigadores a la educación, sin duda un dato sobresaliente es que
las licenciaturas en pedagogía de 270 estudiantes que había en 1970, hasta hace
8 años aumentó a 12,000, sin duda un crecimiento considerable.
Por su parte, la estadística de
investigadores indica que en 1981, se estimaba que solo el 5% de los investigadores
contaban con doctorado, 16% maestría y 42% licenciatura; después de 3 décadas
Reconocer que la investigación
educativa tuvo impulso a través de programas o creación de instituciones como
el programa de CONACYT, creación del SIN
y del COMIE en 1993, que permitieron establecer el vínculo entre investigadores
y autoridades educativas.
2. El camino recorrido:
La comunidad académica
propiamente consolidada no va más allá de dos décadas, donde la investigación
ya incluía a la educación, además de la incorporación de profesionales de
muchas disciplinas. Se dio el aumento de investigadores y además reconocidos
por el SNI, aunque Latapí considera que el hecho principal en este proceso era:
“la energía que impulsaba las acciones: FE de que los esfuerzos estaban
contribuyendo a hacer un país más justo y humano, una fe que se alimentaba de
un horizonte utópico y que se traducía en esperanza”.
3. El presente: la desesperanza.
Esta gira en torno a los datos
desoladores sobre rezagos económicos, sociales y educativos de América Latina:
44% de la población vive debajo de la línea de pobreza y 20% debajo de la línea
de pobreza extrema. La calidad de los servicios públicos como seguridad y salud
se ha y sigue degradando, la corrupción e impunidad siguen generalizadas. “Me
duelo México”, decía Latapí, al mirarlo como un país inviable que perdió el
rumbo. La educación pública y privada está plagada de deficiencias.
4. Repaso crítico de los actores de la mala
educación.
Como primer actor menciona al gobierno federal, y cuya prioridad
evidentemente no ha sido la educación, la prioridad no se manifiesta solo en
dinero, sino en la calidad de las decisiones, considerando el mundo
globalizado.
Latapí hace alusión a la entrega
que hizo el presidente de espacios de la SEP al SNTE, donde afloran los
arreglos por conveniencia.
Otro actor, el Congreso de la Unión, sin que haya algún Diputado o
Senador que se distinga por una iniciativa en este ámbito, ya que sus
decisiones se “rigen por la conveniencia de los intereses partidistas”.
Los empresarios, tampoco se han interesado por apoyar la causa de
la educación, se quejan del Estado, por no preparar la mano de obra que
necesitan.
El magisterio, prisionero del sindicato, despojado de iniciativas
propias. [A propósito hoy vivimos un proceso democrático estatal (es ironía)]
Un grupo heterogéneo del que no se tiene un diagnóstico de sus características:
edad, escolaridad, sentido de vocación, dedicación, etc. “Para una porción
significativa del magisterio, su profesión es más un trabajo, un modos vivendi,
relativamente satisfactorio social y económicamente y no un compromiso
cotidiano a la altura de la exigencias que plantean sus alumnos” [Me pregunto,
si los alumnos en su generalidad exigen, cuando les da más felicidad que el
maestro falte a que acuda a su aula de clase].
La principal energía o actor la
ubica en LA SOCIEDAD donde los adultos son indiferentes o están
resignados ante las deficiencias del sistema educativo. ¿Quién exige una
educación de calidad como derecho?, que oportuna pregunta. El mexicano es
indiferente a la res pública, “no se nos
da la democracia, cambiar actitudes de resignación fatalista, de conformismo,
indolencia, llevará muchos años” [qué triste afirmación].
“Mientras nadie exija cuentas a
los gobernantes, legisladores, secretarios de Educación, directores de escuela
y maestros, sindicatos, no mejorará la educación”, bajo esta premisa, se
comprende entonces nuestro presente.
5. ¿Es posible recuperar la esperanza?
Con un tono de humanidad y
poesía, retoma la descripción del Códice Florentino, sobre el “sabio y el
maestro”, el tlamatini de los nahuas, quien posee el conocimiento y lo
transmite a los demás.
Solo destaco los fragmentos:
El sabio: una luz… él mismo es
escritura y sabiduría. Es camino, guía veraz para otros. Conduce a las personas
y a las cosas. Hace sabios los rostros ajenos, hace a los otros tomar un
rostro. Les abre los oídos, los ilumina.
Con un matiz de fe, afirmaba
Latapi: “Una forma de recuperar la esperanza es ratificar la fe en nuestra
profesión de investigadores y educadores”.
6. El sabio náhuatl y los investigadores de la
educación.
Inspirado, no deja de utilizar la
palabra energía, capaz de renovar, seguramente al saberse rodeado de
investigadores, a quienes intentó contagiar su entusiasmo para reencontrarse
con el sentido de su vocación. Aunque reconoce que “el conocimiento que procede
de la investigación no es ciertamente la solución a los graves problemas del
presente, pero cuando va unido a un compromiso vital y existencial, es una
energía que se difunde y que puede detonar procesos positivos en todos aquellos
actores de lo que depende el destino de la educación del país”.
Su discurso lo concluye con 6
recomendaciones:
Primera: abramos espacios a los investigadores jóvenes.
Segunda: redoblemos esfuerzos para descentralizar la IE en el país,
que se incremente en las entidades más rezagadas.
Tercera: demos preferencia a proyectos “radicales”, que rompan con
lo establecido, dando oportunidad a nuestra creatividad.
Cuarta: seamos consecuentes con nuestras convicciones éticas a
favor de la justicia, que hagan del prójimo necesitado la gran prioridad
nacional.
Quinta: procurar que la IE de carácter aplicado tenga mayor
presencia en la conformación de las políticas públicas.
Sexta: esforzarse porque la IE tenga mayor presencia en la prensa y
otros medios de comunicación.
7. Epílogo
Da una respuesta a la pregunta
inicial: “sí es posible recuperar hoy recuperar la esperanza”, en tanto que el
conocimiento especializado se vincule con el sentido de vocación y compromiso.
Y de Sabines le gusta repetir:
“la eternidad se nos acaba”. La
eternidad se vuelve finita y se consume y extingue en cada niño que se queda
sin escuela, en cada generación perdida, en el desperdicio irreversible del
tiempo, recurso no renovable, el tiempo, que es el principal activo de las
personas y las sociedades”
Latapí Sarre, muere dos años
después de este pronunciamiento, dejando de ser testigo de que el tiempo
maravilloso de un Investigador y de muchos docentes, traducido en información
valiosa, se ha diluido ante una política carente de sabiduría y conocimiento.
Las reformas, el mejor ejemplo, sin embargo la esperanza debe proseguir…
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