Bazdresch Parada, Miguel. (2000). Vivir la educación,
transformar la práctica. Textos Educar. Educación Jalisco.
LA ACCIÓN EDUCATIVA: CAMPO PROBLEMÁTICO.
Noción de educación.
Para tener una idea general de dicha noción, a manera de
preámbulo, el autor nos refiere que “usamos con frecuencia las palabras
educado, educada, para señalar las características de amabilidad, fineza,
corrección y bonhomía de una persona. Cuando nos referimos a la sabiduría de
alguien hablamos de instruido,… las características relacionadas con los
conocimientos abundantes de algún personaje hablamos de culto, cultivado”
(Bazdresch, 2000:17), a las escuelas y universidades, también se usa el término
“instituciones educativas” como término genérico.
Lo anterior ilustra la dificultad que tiene también referirse
al concepto de “educación”, incluso algunos especialistas, han llegado a
utilizar diferentes acepciones o bien, haciendo énfasis en algunos aspectos,
por ejemplo los filósofos enfatizan “el aspecto de “realización humana” como la
característica esencial de la acción y del proceso de la educación. Consideran
el desarrollo de las capacidades del sujeto humano, nunca alcanzado y siempre
pretendido” (Bazdresch, 2000:17).
En el caso de los psicólogos, destacan “el cambio conductual
de las personas sometidas a educación como el aspecto principal de una acción
para considerarla educativa” (Bazdresch, 2000:17), pero también, hay quienes
resaltan que “la educación no es un concepto ontológico, ni tampoco una sustancia,
sino una concepción, una
construcción teórica que se comprende como acción y especialmente como acción
pedagógica, por tanto se constituye de manera interpretativa a partir de la
experiencia, de la práctica”.
Con esta idea, surge la concepción usada con frecuencia: “se
entiende por educación una práctica social mediante la cual se transmite a las
generaciones jóvenes los valores y los conocimientos pertinentes a una sociedad
concreta para que se integren plenamente a esa sociedad” (Bazdresch, 2000:18).
En esta definición resalta la cultura, entonces “los valores
permitirán a los jóvenes actuar y pensar con acuerdo a los objetivos de la
sociedad y los conocimientos les permitirán desempeñar tareas útiles a la
sociedad, la vez que les darán sustento y desarrollo personal, familiar y colectivo”
(Bazdresch, 2000:18).
Según Bazdresch, surgen entonces dos grandes supuestos, con
los que se organiza la acción de educación institucional y con los que se
estudia e investiga la problemática educativa:
1.
Asociar a la educación escolar, familiar o no
formal, la acción de transmisión.
2.
Asociar educación y progreso. Si los miembros de
una sociedad están educados, esa sociedad va a crecer, desarrollarse, avanzar
en cultura y satisfactores sociales e individuales. (pág. 18)
Considerando que la educación se ofrece a través de las
escuelas, donde los individuos obtienen
elementos para desenvolverse en sociedad y cuyos esfuerzos de especialistas se
han centrado en estudiar cómo deban estar educados todos los miembros,
identificar los métodos para su logro, o bien, las causas y consecuencias por
las cuales no se alcanza el ideal.
Bazdresch (2000: 19), reconoce que “el resultado de la
transmisión no siempre es alentador. Los niños y los jóvenes no siempre reciben
con entusiasmo las ideas dominantes, pues se dan cuenta de que, en los hechos,
profesarlas no les garantiza una integración plena en la vida social”. Tampoco
se evidencia que los hombres educados, progresen más, o que a mayor
escolaridad, se tenga una mejor vida económica.
En estudios de sociología de la educación “hablan de la educación como una acción social no
neutra, es decir, la educación no se puede entender en sí misma, sino como un
hecho social parte de un proyecto social determinado” (Bazdresch, 2000:19).
Estos estudios “han demostrado que los sistemas educativos
están organizados para transmitir los valores, normas y actitudes congruentes y
en conformidad con los valores de cada sociedad concreta” (Bazdresch, 2000:19).
Se ha generado un cuestionamiento de la idea de educación. Si la educación sirve
para reproducir una sociedad que no garantiza desarrollo personal y colectivo a
sus miembros, ¿para que luchar por mas educación?, de esta cuestión surgieron
dos caminos de investigación: “por un lado, se enfatizó el qué y se cambiaron
contenidos, métodos y formas, se realizaron diversos esfuerzos por demostrar
que esos cambios llevaban a otro tipo de ser humano educado: alguien dispuesto
a formar una sociedad nueva. Por otro lado, se enfatizó el cómo, ¿qué actividades, métodos y formas utiliza el
educador, educadora, y consecuentemente el educando, la educanda, para
conseguir apropiarse de valores, ideas y conocimientos?” (Bazdresch,
2000:19-20).
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Los análisis desde las ciencias sociales no aclararon el
modo como se constituye la determinación social sobre las prácticas educativas.
P. Bourdieu (1972) aplicó el concepto de hábito, para
mostrar esa determinación. Habito es un concepto que pretende explicar cómo la
estructura social determina la praxis en un individuo o en un grupo se define
como la interiorización por el individuo de las condiciones objetivas, a la vez
sociales y culturales, de su existencia en forma de esquemas (casi siempre
inconscientes) de percepción, de concepción y de acción que son comunes a los
miembros de una clase social o grupo social. La sociedad existe estructurada
según la compleja red de relaciones de diversos tipos entre los diferentes
términos sociales. El individuo habita esa sociedad y conforme la vive se forma una concepción de ella.
El hábito es un efecto de las estructuras sociales sobre el
individuo, y a la vez, es un esquema de predisposiciones y valores implícitos,
a veces inconscientes, que generan prácticas sociales conformes y conformadas a
tales condiciones objetivas de existencia.
La práctica educativa, reproductora y conservadora, es aceptada
como normal y pertinente al logro de objetivos individuales y sociales y no se
rechaza en sí misma. La práctica educativa concreta es una “actualización” de
algo ya dado o ya instituido independientemente de los individuos que la usan o
la práctica; es actualización de un sistema modelante constituido por una red
de significantes capaz de organizar y generar ese conjunto de prácticas
educativas.
¿Cómo la educación contribuye a formar la estructura social?
¿Puede la práctica educativa alterar la organización social? Y si es así,
¿Cómo?, ¿mediante qué procedimientos?
Ante las anteriores preguntas encontramos, por un lado
diversos estudios en los cuales se niega la posibilidad de que la práctica
educativa, intrínsecamente, pueda contribuir en la construcción de la sociedad.
Pág. 21
Por otro lado, podemos considerar a la educación como una práctica
cultural que genera en la sociedad un conjunto objetivo de productos culturales
u objetos específicos que refuerzan la identidad de esa sociedad.
Podemos decir que la educación produce significados. La
educación no solo es sino que también significa, produce significados concretos
que se suman al conjunto de productos culturales que forman objetivamente el
“espesor” cultural de una sociedad concreta.
Si la practica educativa produce significados, éstos
contribuyen a la identidad social, ésta, a su vez, refuerza las características
de la estructura social que sostiene determinadas prácticas congruentes, entre
ellas, la educación. Y este esquema “circular” nos permite pensar en la
posibilidad de que los significados producidos por la educación, en el proceso
de producirlos, den lugar a una re-significación de las ideas y de las
relaciones sociales.
Y en este proceso es factible la resignificación de la
realidad social, es factible la crítica y el análisis reflexivo que lleve a
lecturas más complejas.
Esta posibilidad de resignificación no está garantizada por
el hecho de que la práctica educativa se realice. Tampoco es seguro que la resignificación
contribuya al proyecto de transformación social.
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Se problematiza ahora la acción educativa y se cuestiona qué
es, en qué consiste el hecho educativo: ¿Por qué cuando se realizan “x”
acciones se produce “educación”, es decir, resultan logros personales y aun
colectivos de apropiación de ideas, valores y conocimientos, por tanto de
realización humana?
Resurge, pues, la noción de educación como “concepción”. La
educación es una acción y un proceso que se constituye en educativo
precisamente porque la realización lleva a conseguir los “efectos”, los
“productos” o las “evidencias” de un avance en la humanización del sujeto, de
formación del mismo. Asociar la educación al sujeto enfatiza la idea de
formación en la acción educativa, con base en las propias acciones de dicho
sujeto.
La idea de educación-acción, necesaria para explicar cómo la
educación contribuye a la construcción de una cierta sociedad, centra la
formación en la acción del mismo sujeto al que se destina y se beneficia con la
educación: el sujeto es una persona que se “auto-educa”.
Según esta recuperación del sujeto y de la educación-acción,
pasa a ser: ¿en qué consiste el hecho educativo? ¿Cuáles son los ingredientes prácticos
que lo constituyen y cuales lo acompañan o adornan? ¿Qué de la acción del
sujeto lo lleva a educarse, a formarse?
Esas preguntas implicaron la apertura de muy diferentes
direcciones de investigación. Una de ellas fue tomar la práctica educativa como
objeto de estudio.
Como era de esperarse, surgieron diferentes enfoques desde
las diferentes ciencias interesadas en la práctica educativa: psicólogos,
sociólogos, antropológicos, etnográficos, lingüísticos, etc. Y el primer
hallazgo fue casi obvio: no existe “la práctica educativa”, sino “las prácticas
educativas”.
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Ahora se busca el significado de las prácticas y no tanto las
leyes de la actividad.
PARA ESTUDIAR EL HECHO
EDUCATIVO
La acción educativa, supone una ruptura con el paradigma
normativo.
Las ciencias sociales durante un largo tiempo han utilizado
el supuesto normativo: la acción social es una conducta que refleja la
interiorización de normas, es decir, de modos comunes de obrar, de roles a
desempeñar.
El hecho social, no es un objeto estable, sino el producto
de la actividad continua del hombre, que pone en práctica destrezas,
procedimientos, reglas de conducta, en otras palabras, una metodología profana
y cotidiana que confiere sentido a sus actividades. ¿Cómo una persona procede
desde la percepción hasta la acción? El supuesto es: haciendo interpretación.
Por eso, la conducta y la acción no son
un reflejo de la norma interiorizada, sino el fruto de la interpretación, no
siempre predeterminable, de los sujetos humanos, libres.
Así, arribamos al paradigma interpretativo. En este marco,
la acción, fruto de la interpretación del sujeto, queda definida por las
relaciones que establece con los demás, que contribuyen a identificar su rol.
Las acciones quedan desprovistas de un significado estable: deben ser interpretadas,
a menudo en el curso mismo de las interacciones. Y la interacción pasa a ser
concebida como un proceso de interpretación que permite a los sujetos comunicar
y mantener activos sus intercambios, interpretando lenguaje, gestos y actos.
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El hecho educativo, la acción educativa, es un conjunto de prácticas
que los sujetos educativos construyen con base en la relación-interacción que
establecen y en la cual se suceden percepciones e interpretaciones continuas,
las que suscitan nuevas acciones fruto de las interpretaciones sucesivas,
dentro del contexto influyente en la percepción y la interpretación, y a la vez
“hermenéutico”, susceptible de interpretación.
Estudiar la acción educativa implica, pues, estudiar la
interacción entre sujetos en la cotidianidad-formalidad del proceso educativo.
La acción educativa se conforma así en un campo de
indagación, cuyo estudio requiere, de inicio; la aceptación de que es un campo
problemático, no evidente y entendible con la simple observación o la sola
vivencia por intensa, gratificante o desagradable que sea.
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PRACTICA Y PRACTICA
EDUCATIVA.
PRACTICA.
¿Es equivalente acción a práctica?. No. La acción está
ligada al suceso que le da existencia, constituye una serie de vivencias que se
forman en la conciencia individual de algún actor. “Toda acción ocurre en el
tiempo, en la conciencia temporal interna”.
Por otra parte, practica (Villoro, 1987) no es toda o
cualquier actividad humana. Práctica es la acción dirigida por fines
conscientes. Practica se refiere solo a
la actividad intencional y no a acciones instintivas o inconscientes.
Villoro define lo que él denomina un concepto “amplio” de
práctica: acción intencional objetiva.
Existe intención (Bruner, 1984) cuando un sujeto actúa de forma persistente
para alcanzar una meta. No es necesario, según Bruner, que el sujeto sea capaz
de explicar dicho fin o incluso sea consciente de la naturaleza de sus
intenciones. Muchas de las acciones intencionales ocurren “antes” de que el
sujeto sea consciente de los fines y por tanto no las comunica o no puede
comunicarlas.
En la acción intencional, el “saber qué” hacer se convierte
en “saber cómo” de manera más directa; al menos quien busca un propósito tiene
una idea de cómo hacer para conseguirlo, al menos la idea de pregunta cómo se
hace a alguno ya experimentado.
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Bruner nos dice que la acción intencional es aquella que
tiene seis constitutivos: metas, punto de partida, punto de llegada,
trayectoria entre ambos, se puede controlar y descomponer en etapas. Con este
repaso podemos interesarnos en la práctica educativa.
PRACTICA EDUCATIVA.
Cuando hablamos de “practica educativa”, ¿a qué objeto nos
referimos? Wilfred Carr, filósofo de la educación, dice “no conozco ninguna
publicación sobre filosofía de la educación que se ocupe explícitamente del
concepto de practica educativa” (Carr, Wilfred, 1996:86).
No hay práctica, sino prácticas educativas, tantos cuantos
sea posible significar”.
Carr llega a tres conclusiones valiosas para nuestro
propósito:
·
Estudiar la práctica como objeto afirma lo
impertinente de hacer la pregunta así: ¿en qué consiste una práctica educativa?
Ha de hacerse de otra forma, según él, más precisa: ¿podemos encontrar un
concepto históricamente especifico de “practica” que nos permita reconciliar el
conjunto de criterios que rigen su uso actual, en apariencia irreconciliables?.
En la filosofía de Aristóteles, según la cual “practica se refiere a una forma
de vida característica –la bios praktikos- dedicada a la búsqueda del bien
humano”.
·
La distinción más importante, en el contexto aristotélico,
es entre praxis y poiesis. La poiesis se refiere a la “acción material” que
consiste en hacer realidad algún producto o artefacto especifico, el fin de la
acción se conoce desde antes y se rige por la techne o razón técnica; la praxis
también se dirige a conseguir un fin pero… no busca producir un artefacto sino
un bien moralmente valioso, no pude materializarse, solo puede “hacerse”, solo
puede realizarse a través de la acción y solo puede existir en la acción misma;
además, los fines de la práctica no pueden definirse con antelación, el
discernimiento del bien que constituye su fin es inseparable del discernimiento
de su modo de expresión, es una acción moralmente comprometida.
·
La práctica, la praxis para Carr, se trata de la
ciencia que busca elevar el saber práctico inmerso en la tradición.
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Decir “práctica educativa” es referirse a la acción intencional objetiva cuyo fin es educar, inseparable del medio que usa y del “bien” que consigue. Es decir, se trata de acciones observables que efectivamente educan.
Preguntamos ¿qué es lo constitutivo de la “práctica educativa”? lo constitutivo ha de identificarse en cada practica concreta. Contextos, sujetos y contenidos son una influencia decisiva en la definición de cuales acciones constituyen la “práctica educativa”. Si el “bien” a conseguir es educación, tenemos tres “márgenes” para ubicar los constitutivos o límites si se quiere:
· Educar supone un acto intencional del sujeto que va de no educado a educado. No se puede educar “de paso”; tampoco por la fuerza.
·
Los actos intencionales suponen un proceso de concienciación,
es decir, un proceso de conciencia reflexiva creciente acerca del objeto de
conocimiento involucrado en la acción educativa. La intencionalidad no opera de
manera mecánica sino por un proceso que podemos llamar, junto a los psicólogos,
cognitivo.
Lo constitutivo ha de buscarse en las experiencias y las acciones
consecutivas, es decir, en las operaciones propias del proceso de conocimiento.
· La sensibilidad de observación y su relación con las decisiones inmediatas cotidianas del maestro, pueden apuntalar o destruir un proceso cognitivo.
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LA PRACTICA OBJETO DE
ESTUDIO
Considerar a la práctica educativa como objeto de estudio.
Así, podremos estudiarla, conocerla y sacar consecuencias de tales operaciones.
Pero… ¿cómo se estudia una práctica?, ¿y una práctica educativa?
La respuesta la tienen las ciencias sociales en cuanto las prácticas
sociales son parte de su objeto de estudio. Sin embargo, los elementos característicos
de la practica educativa enunciados por Carr implican “algo” más que lo
necesario en el caso del estudio de las prácticas sociales. Es necesario el concurso
activo de quien practica la educación (educador, educadora, educando,
educanda), pues son estos sujetos quienes pueden “identificar, recuperar y
sistematizar” los elementos efectiva y realmente introducidos en la acción
intencional.
Hay muchos esfuerzos de estudio e investigación de la
educación con énfasis en la mirada a la práctica. Philip W. Jackson, quien en
el libro “la vida en las aulas” da una mirada a la complejidad de la
cotidianidad del aula, una de las “instrucciones” más importantes de la
educación; Peter Woods, con su trabajo pionero etnográfico “la escuela por
dentro” en el cual narra los modos en que la escuela y la sociedad se reflejan
mutuamente; y los trabajos de varias investigadoras titulado la escuela
cotidiana en donde se evidencia cómo los modos, las practicas, las
representaciones, el lenguaje y otros elementos, “hacen o deshacen” la
enseñanza y el aprendizaje.
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Stephen Hemis y McTagart, en Australia, especialmente en la
línea de formación de docentes, mediante la estrategia de investigación-acción.
Ahora se escudriña al maestro, al alumno, al contenido, a la
interacción, al aula, al contexto, a las instituciones, etc., para encontrar
como influyen y constituyen el hecho educativo.
Una de las direcciones de este esfuerzo consiste en trabajar con docente en la indagación de su quehacer educativo con el doble propósito de contribuir a la solución de los problemas de la docencia y al estudio de las prácticas educativas como fuente de material para encontrar los constitutivos del hecho educativo en la acción.
Estas experiencias dejar ver claramente la influencia de al
menos seis conjuntos de elementos constitutivos de la practica educativa, que,
sin ser los mismos, nos hacen recordar los elementos propuestos por Bruner para
distinguir una acción intencional: el contexto (social, histórico, cultural) de
la práctica; la subjetividad de los participantes (alumnos, docentes,
directores, dirigidos, autoridades, subordinados); la intersubjetividad entre
los participantes, el contenido en cuestión, el modelo o forma y situación
articulada utilizada, conscientemente o no, por el docente (director,
supervisor…) para presentar el contenido, y las características del proceso
cognoscitivo (o para comprender) realmente construido en la relación
pedagógica, de dirección, supervisión, planeación o evaluación.
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La práctica docente y la educativa en general, se revela en
los hechos como práctica intencional y no solamente técnica: nadie educa a
nadie, cada quien se educa a sí mismo, junto con la comunidad, diría Freire. Y
desde y en la práctica, el asunto que se nos plantea ahora es: ¿es posible
concebir la docencia (la dirección, la gestión y demás) de una manera integral,
no con base en “sumar” las visiones parciales de cada una de sus partes o de
poner en el centro alguna de ellas?
La educación, esclava de los hechos, se realiza al momento de articular todos sus elementos.
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PARA INVESTIGAR LA PRACTICA EDUCATIVA
¿Cómo acercarse a evidenciar la coherencia “realmente
construida” en la práctica educativa? No podemos acercarnos parte por parte. El
modo “nuevo” se plantea desde la concepción integral de la practica educativa.
Para lograr el propósito se requiere implementar un método
que tenga las características que se pretenden con el propósito, esto es,
partir de la acción educativa, reconstruirla, resignificarla, teorizarla e
intervenirla para transformarla.
Desde los referentes propios de las diferentes ciencias que
han estudiado el fenómeno educacional se analiza al hecho educativo para
explicarlo y comprenderlo como un hecho, si bien no subordinado al marco de
referencia, si por lo menos interpretable desde allá. Tenemos así sociología,
psicología, economía de la educación, pero no tenemos educación en sí misma.
La segunda razón, porque son los prácticos de la educación
los que están en contacto cotidiano con una practica desde la cual pueden
reflexionar sobre la naturaleza de sus actos y relacionarlos con los éxitos o
fracasos obtenidos para tratar de inferir qué de todo lo que hacen produce educación y por qué
precisamente educación y no otra cosa.
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Esta búsqueda reflexiva contiene al menos tres grandes momentos, si bien no sucesivos pero si necesarios para completar una reflexión productiva a la pregunta inicial.
Esta búsqueda reflexiva contiene al menos tres grandes momentos, si bien no sucesivos pero si necesarios para completar una reflexión productiva a la pregunta inicial.
Primero, un momento de descripción que puede superar las anécdotas y señale los huecos y olvidos de la práctica.
El segundo momento, cuando reflexionamos acerca de qué y
cómo pasa en la práctica y podemos profundizar en las relaciones de los
elementos que van dando realidad a esa práctica. Es un momento en el que
relacionamos los hechos, nos preguntamos por qué aparecen o desaparecen, por
qué son éstos y no otros, por la relación que guardan con lo que nos
proponíamos, en fin, por la congruencia entre lo que deseábamos y lo que
sucedió en realidad.
Por último, en el tercer momento vamos de un saber reflexivo
sobre nuestra practica hacia indagar por los constitutivos de ésta para ser
acción educativa. Indagamos por aquellos elementos presentes en nuestro
quehacer que suscitan en nosotros inquietud, interrogantes y preocupación
intelectual acerca de si son pertinentes a la acción educativa.
CONCEPCIÓN METODOLÓGICA DE LA PRACTICA.
Se trata de concebir la acción intencional objetiva de los
educadores, describirla y observarla, en términos de la relación especifica de
las partes que le confiere el “método”, es decir, la constituye en un modo
orgánico, operable y pensable.
Este método no es el de la planeación del educador (docente,
director, administrativo); tampoco proviene de la estructura escrita o
declarada del currículo o de la carta descriptiva. Se construye por la
articulación real de las partes presentes en la práctica, sean o no
constitutivas del hecho educativo.
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El educador (docente, directivo, etc.), cuando está
practicando, piensa su quehacer como lógico y articulado; puede ser que en algún
momento se dé cuenta de alguna desviación, interrupción o reacción ilógica.
Cuando se observa una práctica educativa con la concepción
metodológica, es frecuente caer en la cuenta de la existencia real de múltiples
relaciones, no solo una y definida relación, entre intención, conceptos y
acciones concretas decididas por los sujetos involucrados, con las cuales se
construye la interacción.
En la docencia, es frecuente observar las decisiones del docente diferentes principios organizadores de sus actos. En el curso de una clase el docente puede recurrir hasta a 6 o 7 razones diferentes para sustentar –explicar-dar cuenta-significar sus acciones concretas.
El docente puede aducir, por ejemplo, las normas de
disciplinas al empezar su clase; recurrir a la razón de la “claridad” para
organizar sus exposiciones, puede aceptar o no preguntas según se sienta capaz
de contestarlas o no; quizá pregunte a los alumnos con el propósito de
sorprenderlos; puede ser interrumpido sin remedio por “urgencias”
institucionales o burocráticas; puede caer en el juego” de los alumnos y
distraerse del contenido principal, etc.
Dicho así, es obvia la falta de “una sola” coherencia en la práctica.
Se ve como práctica construida con base en constantes cambios del tipo de
relación entre intención y acción dadas las situaciones, a veces suscitadas por
la misma acción. Sin embargo alumno y maestro, si les preguntamos por su
percepción, casi seguro que la percibe coherente pues la están viviendo.
El docente, puesto en alerta sobre esta situación, suele
referir a una “metalógica” la razón de esas “rupturas”, desviaciones, cambios e
incoherencias, casi siempre en términos de tres grandes conjuntos ideológicos,
a saber: las intenciones de que los alumnos “aprendan” cualquier cosa que eso
signifique; los supuestos (prejuicios o juicios) con los cuales emprende y
entiende su desempeño como docente; y los límites y/o excesos impuestos por la
institución, el tiempo, el espacio, la administración y los contenidos o
programas.
El docente cuando se apropia de la noción de que la educación es una acción intencional, puede empezar a ver su quehacer docente con otra mirada.
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Ejemplos comunes de “incoherencia” son: queremos que el alumno aprenda pero no le damos tiempo para que se exprese, queremos que el alumno comprenda pero le insistimos en que repita la lección; queremos que el alumno integre sus conocimientos con la vida cotidiana y no propiciamos que salgan del salón.
El educador en uso de una “concepción metodológica” puede preguntarse por la intención realmente construida mediante las actividades realizadas en la práctica docente. Y preguntarse: ¿es acción educativa o es de otra naturaleza?
Con estos elementos se pude pensar en la posibilidad de que
el educador mismo se aplique a la investigación de su prácticas con el fin de
detectar cómo son desde el punto de vista de la metodología, es decir, desde la
articulación entre sus partes.
PROCESO GENERAL.
¿Cómo comenzar?, ¿qué métodos utilizar?, ¿cómo llevar a cabo
lo necesario para encontrar la metodología?
La concepción metodológica nos obliga a un proceso de “ir y
venir” entre practica y teoría. La acción intencional objetiva es el punto de
partida. Comprender la acción en su racionalidad será un segundo paso, en el
cual es clave la recuperación de los significados y de la significación que se
construye en los hechos. Conceptualizar, sistematizar y teorizar, tercer gran
paso, permite pasar de los significados a los juicios y a los usos de conceptos
y marcos de los autores y pensadores educacionales, así obtendremos la
metodología “real” de la práctica.
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PUNTO DE PARTIDA
El punto de partida ha de ser la práctica misma: los hechos,
las acciones intencionales objetivas. La identificación de las acciones puede
hacerse, según la práctica, mediante el uso de las técnicas de recoger datos
propios de la investigación cualitativa o interpretativa. Por ejemplo, la
auto-observación, el diario de campo, la observación participante, la
entrevista.
¿EDUCA LA ACCIÓN?
¿La intención realmente construida mediante las actividades
realizadas en la práctica docente, es acción educativa, o es de otra
naturaleza?
Indagar en su práctica educativa por algún aspecto preciso
de su interés supone revisar otra vez los elementos que la componen, teorizar
con ellos, es decir, relacionar, esquematizar, estructurar y conceptualizar los
elementos encontrados.
INTERVENIR LA METODOLOGÍA
Con este conocimiento podrá intervenir la relación de los
elementos (intenciones, objetivos, métodos, etc.) que componen la práctica educativa para adecuar las acciones a los
propósitos y construir efectivamente una acción educativa, no en el discurso o
en el diseño, sino en la praxis misma.
Hemos de ir de la observación y la significación de la
praxis a reconstruir la racionalidad genuina de las acciones, identificar los
elementos propiamente educativos y decidir los cambios convenientes de
introducir en aquella racionalidad para darle mayor potencial educativo.
Para referir los detalles de este proceso general antes
descrito vamos a utilizar tres momentos: identificar, sistematizar y
transformar la práctica.
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