Pérez Arenas, David. (2001). Docencia y Curriculum: Una lectura
teórico-epistemológica. TIEMPO DE EDUCAR. Revista interinstitucional de
Investigación Educativa. Año 3, número 5, enero-junio.
DOCENCIA Y CURRICULUM: UNA LECTURA TEÓRICO-EPISTEMOLÓGICA
El propósito del artículo según
el autor, “es analizar las relaciones que existen entre el curriculum y la
docencia…, desde una lectura teórico epistemológica que permita articularlas
con una categoría más amplia: la formación” (pág. 135).
Me es oportuno manifestar, que al
tratar de hacer el resumen del texto, me ha sido un poco complicado, porque
considero que todas las ideas plasmadas son trascendentes, de ahí que haciendo
un esfuerzo, recupero lo que me ha sido más significativo.
En la introducción del artículo,
el Dr. Pérez considera que “La docencia y el curriculum son dos campos cuyo análisis
y practica se relacionan de manera recíproca, en el sentido de que toda práctica
docente se inscribe dentro de una propuesta curricular al tiempo que se
configura como el nivel de concreción de la misma”(pág. 136).
Se pretende “hacer una crítica a
las concepciones y practicas docentes que la reducen no solo a una tarea técnica
e instrumental, sino aun a aquellas que la asocian a un análisis teórico… en su
lugar considera que es necesario no solo reflexionar acerca de las concepciones
que sobre la formación subyacen en este tipo de prácticas, sino que es
necesario hacer uso crítico de la teoría, a partir de la reflexión que
trascienda el nivel teórico, es decir, analizar a la docencia y al curriculum
desde una reflexión teórico epistemológica que permita reconfigurar a los
sujetos, dar cuenta de las limitaciones o determinaciones que desde el currículo
formal pueden existir, pero al mismo tiempo reconocer las posibilidades que el
docente, al asumirse como sujeto social tiene” (Pérez, 2001, pág. 136).
DOCENCIA COMO OBJETO DE ESTUDIO Y PRÁCTICA SOCIAL.
“La docencia es una de las
practicas más ejercidas por los profesionales de la educación” (Pérez, 2001,
pág. 137, supongo que se excluyen a los que siendo profesionales de la
educación están dedicados a cumplir otras tareas o desarrollar algunas
funciones diferentes.
Enuncia el autor que “el estudio
y el ejercicio de la docencia son dos tareas que difícilmente podemos separar o
desvincular… la práctica docente es un proceso que requiere articular una serie
de conocimientos, valores, actitudes y habilidades para su conducción; dando
cuenta de las concepciones que tangamos y vayamos reelaborando, por lo que su
ejercicio es también un espacio desde el cual vamos construyendo reflexiones,
orientada al desarrollo de la docencia, como objeto de estudio” (Pérez, 2001,
pág. 137).
Refiere además, que “teoría y
práctica educativa se articulan a través de la docencia, para expresarse,
constituirse o transformarse entre sí” (Pérez, 2001, pág. 137).
“Los trabajos que se han referido
al estudio de la docencia, lo han hecho desde una concepción que ubica a la
teoría como el elemento central y orientador de la practica educativa; en
algunos casos vinculada a la reflexión filosófica, con un carácter más
humanista y trascendental; en otros, al desarrollo científico” (Pérez, 2001,
pág. 137).
Pérez (2001), en el caso del carácter
humanista, ubica a la docencia “desde la teoría educativa de Comenio, como una práctica
vinculada a la enseñanza, o un arte que no debía guiarse por la rutina y la
tradición, sino por la innovación y el orden propios de la naturaleza, del
hombre y de Dios. Su propósito será “la enseñanza del árbol de la ciencia, pero
sin desdeñar el árbol de la vida” [Comenio, 1976], es decir, orientada a
inculcar la erudición, la virtud y la piedad; al conocimiento de la naturaleza,
al ejercicio de las buenas costumbres; pero fundamentalmente al acercamiento
con Dios” (pág. 137-138).
“La teoría educativa de Comenio
se fundamentaba en una cosmovisión que trascendía la vida terrenal del hombre,
para acercarse a lo divino y la vida eterna, aspiración sin la cual las
acciones y logros del docentes carecían de sentido” (Pérez, 2001, pág. 138).
“Otra concepción de la docencia
desde una teoría educativa, que recupera la reflexión filosófica, es la de
Dewey, para este autor la docencia, al igual que la educación, debería dejar de
orientarse por la rutina, el azar y la especulación, y en su lugar guiarse por el
método científico, la ética y la política; pero con valores derivados de la
naturaleza humana, y con la promoción de una democracia no sólo como un sistema
de gobierno, sino como forma de vida” (Pérez, 2001, pág. 138).
“Dewey es uno de los clásicos de
la pedagogía, su pensamiento caracterizado como uno de los últimos intentos de
articular el nivel filosófico con el científico y el tecnológico” (Pérez, 2001,
pág. 138).
El autor identifica en “algunas
teorías educativas actuales una preocupación por concebir a la docencia como una
tarea reducida la instrumentación didáctica, derivada de un método científico y
expresados en modelos educativos en los cuales el qué y el cómo enseñar se
conforma en sus elementos centrales, orientado a lograr un control, eficiencia
y racionalidad en los sistemas de enseñanza y de aprendizaje. Desaparece la
discusión filosófica en torno a los fines de la educación y la docencia” (Pérez,
2001, pág. 139).
“El docente que en las teorías
educativas de los clásicos se ubicaba como un hombre con una formación humanística, cultural, filosófica
y científica, en la actualidad se ha reducido a un especialista en su materia o
disciplina, y a un instructor o transmisor de saberes. Para el desempeño de su
tarea sólo requiere del dominio de un contenido y en el mejor de los casos de
un método de enseñanza” (Pérez, 2001, pág. 139).
“La docencia se ha constituido en
uno de sus elementos centrales, sobre el que se han desarrollado diversas
concepciones, desde las cuales se puede analizar, comprender y orientar su práctica”
(Pérez, 2001, pág. 139).
“La docencia como práctica
educativa en muchos casos se ha reducido a una simple tarea artesanal. Al señalar
que para su ejercicio se requiere tan solo de la vol8ntad y creatividad de quienes
la ejercen, de algún conocimiento referencial y sobre todo de la experiencia
personal de docente que al paso del tiempo permita acumular un conocimiento
práctico… es minimizada y anulada al compararse con os conocimientos que se
adquieren en la práctica, al ser reducida a la simple actividad material” (Pérez,
2001, pág. 139-140).
“En éstas ideas subyace una concepción
burda, utilitarista y empírica de la práctica docente, al reducirla a la ejecución
de tareas o acciones que el plano de la inmediatez demanda” (Pérez, 2001, pág.
140).
“El sentido común es uno de los
indicadores y referentes acríticos para la toma de decisiones y orientación de
la docencia, convirtiéndola en una práctica fetichizada y cosificada” (Pérez,
2001, pág. 140).
“Por otro lado, se encuentran las
posturas que otorgan a la teoría un carácter determinista y omnipotente al
considerar a la práctica como la simple aplicación o degradación de la teoría,
olvidando que ésta no logra su desarrollo pleno, tan solo en su
desenvolvimiento lógico e interno, ello es posible tan solo en función de la
práctica” Pérez, 2001, pág. 141).
“La docencia no se puede reducir
a una práctica, ni mucho menos a un teoricismo, debemos ubicarla como una
praxis o unidad indisoluble entre la teoría y la practica educativa, a partir
de una relación dialéctica, determinada e inacabada que permite su transformación
constante” (Pérez, 2001, pág. 141).
CURRICULUM: CONFIGURADOR DE LA PRACTICA DOCENTE
“Las relaciones establecidas
entre el curriculum y la práctica docente han evolucionado y se han transformado
hasta llegar a conformarse como partes de un mismo proceso: el de la formación”
(Pérez, 2001, pág. 142).
DOCENCIA Y CURRICULUM: UN PROYECTO DE FORMACIÓN
La propuesta de formación
reconocida en el curriculum (en sus orígenes) se ha reducido a la expresada en
los planes y programas de estudio (cfr. Dewey, 1991; Bobbit, 1991; Kilpatrick,
1950), misma que se asocia con las funciones sociales que se asignan a la
escuela y, de manera particular, con las tareas del aula, de manera que la
docencia se configura tan solo como una práctica instrumentadora del curriculum
formal (planes y programas de estudio)” (Pérez, 2001, pág. 142).
“Una de las concepciones que
sobre la docencia han logrado mayor reconocimiento, aceptación y difusión en el
campo educativo, es aquella que la ubica como procesos sistemático e
intencional, orientado a la formación de sujetos a partir del conjunto de conocimientos,
habilidades, actitudes y valores necesarios para lograr sus fines” (Pérez,
2001, pág. 142).
“A través de la formación se va a
constituir un marco valorativo acorde a la moralidad y normatividad social
dominante que permite al individuo adaptarse a las condiciones y requerimientos
sociales, que en el manito de la Modernidad se ha traducido, expresado y
reducido a la preparación para el trabajo o incorporación al aparato productivo” (Pérez, 2001, pág. 143).
“Se identifican como elementos
centrales de la formación; las necesidades individuales y “empresariales”, que
dentro de nuestra sociedad actual pueden expresarse en la demanda de un
ciudadano que se integre a las instituciones con el propósito de mantener el
sistema actual orientado hacia la promoción de una mayor calidad y excelencia
en los sistemas de producción” (Pérez, 2001, pág. 143).
“Estamos de acuerdo en que los
fines y propósitos de formación tienen que ver en lo inmediato con la
adquisición de conocimientos y destrezas, así como con la conformación de un
esquema valorativo, pero ubicados en una dimensión más amplia de la cultura y
reconociendo la participación del hombre en la construcción histórica de su
devenir” (Pérez, 2001, pág. 143).
“Los propósitos y fines de la
formación no pueden reducirse a los expresados en un curriculum que antepone el
desarrollos social a las condiciones histórico-sociales en que el hombre va
construyendo y transformando su cultura” (Pérez, 2001, pág. 144).
“El curriculum adquiere con ello
un nuevo sentido al reconocer que los fines de la formación no se determinan ni
expresan exclusivamente en su dimensión formal, sino que adquieren su sentido
final en los procesos y prácticas educativas desarrolladas al interior de la
institución y del aula escolar” (Pérez, 2001, pág. 145).
“La formación no se debe
circunscribir ni limitar a momentos y espacios determinados, ni a una idea de
continuidad y ruptura, con las formas tradicionales de concebir sus procesos” (Pérez,
2001, pág. 145).
“Se reconoce que los sujetos que
participan en los procesos de formación son susceptibles de formarse y
conformarse unos y otros, pero una idea con mayor difusión y aceptación es que
existen sujetos formados, formadores y sujetos no formados, a quienes se habrá
de formar” (Pérez, 2001, pág. 146).
Pérez (2001) retoma la definición
de formación de Ferry (1950: 45-50)
como “un trabajo del ser humano sobre el mismo, sobre sus representaciones y
conductas, viene a evocarse como el advenimiento ineludible de un orden de
cosas. Formación como un proceso de desarrollo y de estructuración de la
persona que lo lleva a cabo bajo el doble efecto de una maduración interna y de
posibilidades de aprendizaje, de reencuentros y de experiencias” (Pérez, 2001,
pág. 146).
“En este sentido ubicamos el
curriculum como parte de una realidad no constituida ni determinada del todo,
sino como un campo de posibilidades y espacio social por conquistarse y aprehenderse,
a través de las prácticas y proyectos de los sujetos, que contribuyen a que se
materialice ese “aun no” o indeterminación de su plano formal, en una realidad
construida, dando sentido y significado a los procesos y prácticas educativas
(curriculum real)” (Pérez, 2001, pág. 147).
“La docencia como práctica
educativa representa un espacio desde donde podemos orientar, resignificar y
concretizar las propuestas de formación contenidas en el plano formal de las currícula;
por lo que debemos dejar de concebirla como una tarea técnica, limitada a ejecutar
una propuesta de manera mecánica, lineal e irreflexiva; para en su lugar
revalorarla y conquistarla como espacio de construcción, lucha y negociación, a
partir de las concepciones y prácticas sociales que desde la misma se promueven”
(Pérez, 2001, pág. 147).
DOCENCIA: DE LA CONTINUIDAD A LA RUPTURA
“Se caracteriza a la docencia
como una actividad dirigida a facilitar la transmisión y recreación de
contenidos, independientemente de su conformación de concepciones de mundo, además
de ser una tarea relacionada con el establecimiento de condiciones que
faciliten la enseñanza y el aprendizaje, implica un debate respecto a las
finalidades que habrán de orientar el proceso, en tanto estas podrán ser
conscientes e inconscientes, precisas o ambiguas, individuales o sociales,
determinadas o indeterminadas (Glazman, 1990: 41-42). (Pérez, 2001, pág. 148)
“Desde las diferentes
perspectivas, los fines de la docencia, al igual que los de la formación, se
encuentran orientados hacia la socialización y adaptación de los sujetos al
entorno y contexto en que se inscriben” (Pérez, 2001, pág. 148).
“reconocemos al conocimiento como
uno de los elementos constitutivos de la docencia, pero sin reducirlo a los
saberes ni mucho menos a un proceso de transmisión; como práctica educativa nos
ofrece también la posibilidad de su recreación y construcción a partir de las
intenciones de los sujetos que le otorgan su sentido final; reconocemos también
su carácter intencional, pero no limitado al conjunto de saberes que desde lo
inmediato se transmiten, sino vinculado al develamiento y comprensión de la
ideología que subyace en su selección e instrumentación” (Pérez, 2001, pág. 148-149).
“Definimos a la docencia como una
dimensión particular del proceso educativo, como una instancia mediadora entre
el conocimiento y los sujetos que en ésta participan, como un medio que
contribuye a la conformación de una concepción de mundo a través de la
ideología” (Pérez, 2001, pág. 149).
“A través de la docencia
realizamos no sólo un proceso de difusión, transmisión, recreación y
construcción del conocimiento, fundamentalmente establecemos un vínculo humano
mediado por el conocimiento. La docencia se configura entonces como un proyecto
desde el cual también estamos promoviendo una forma de conocer, pensar, actuar
y relacionarnos, y con ello apoyando o debatiendo una concepción del mundo
acorde con la visión de los individuos o grupos sociales determinados, que
dependiendo del nivel de conocimiento y conciencia que logremos en los procesos
de reflexión y acción estaremos en posibilidades de mantenerlo, cuestionarlo,
modificarlo, enfrentarlo y/o transformarlo” (Pérez, 2001, pág. 149).
“Desde la perspectiva de la
continuidad, el conocimiento que habrá de transmitirse a través de la docencia
se caracteriza por su alto grado de sistematicidad y reducción a un conjunto de
saberes, orientados a proporcionar una explicación de los objetos estudiados, a
conformar esquemas valorativos y habilitar a los sujetos para el desempeño de
sus funciones y tareas que le son demandadas” (Pérez, 2001, pág. 149).
“Corresponde al maestro tener
acceso directo al conocimiento, apropiarse del mismo y comprender su lógica de
constitución, para que, con base en lo que la institución y los programas
escolares propongan, diseñe estrategias metodológicas, seleccione los recursos
didácticos y elabore los instrumentos necesarios para planear, conducir y
evaluar el proceso enseñanza-aprendizaje de la manera más eficiente; con lo
cual la práctica educativa es responsabilidad del maestro, quien para ejercerla
sólo requiere de una formación disciplinaria y fundamentalmente
técnico-didáctica” (Pérez, 2001, pág.
150).
“Las dimensiones que la docencia
contempla desde este enfoque son: social, institucional y áulica; las dos
primeras reconocidas como el marco referencial en el que se opera la práctica
docente, respondiendo a las demandas, interpelaciones y funciones que le son
atribuidas; el áulica, ubicada como la dimensión sustancial, desde donde se definen
los factores y variables que el maestro deberá contemplar para el ejercicio de
su práctica educativa: el programa y los objetivos, los contenidos y la materia
de enseñanza, la metodología y los recursos didácticos y, por supuesto, el
alumno. Factores que desde una postura técnico-sistémica, deberán considerarse
en las etapas del ciclo docente: planeación, ejecución y evaluación” (Pérez,
2001, pág. 150).
“La docencia se reduce así a la
elaboración y aplicación de las denominadas estructuras didácticas y modelos de
sistematización del proceso enseñanza-aprendizaje (Gago, 1985)” (Pérez, 2001, pág.
150).
“Los propósitos generales de
todas estas propuestas están definidos por una filosofía de la tecnocracia y la
productividad, frente a las que el humanismo, quedan anulados o, en el mejor de
los casos, son subordinados a la lógica de la producción, la eficiencia y el
control” (Pérez, 2001, pág. 151)
“Oponemos a esta postura una
perspectiva que recupere el humanismo, donde las relaciones promovidas desde la
escuela se caractericen por una horizontalidad, en la que maestro y alumno
pueden acceder al conocimiento de manera directa, a través del proceso enseñanza-aprendizaje,
que propicia no sólo espacios de transmisión del conocimiento para el alumno
sino comparte responsabilidades y compromisos, con lo que el profesor aprende al mismo tiempo que
enseña y el alumno tiene mayor participación en su proceso de formación” (Pérez,
2001, pág. 151).
“El conocimiento, por lo tanto,
debe dejar de concebirse tan sólo como un producto que el maestro debe
trasmitir y el alumno aprender” (Pérez, 2001, pág. 151).
“El ejercicio de la docencia,
como práctica profesional, demanda el reconocimiento del maestro, antes que
como un técnico de la educación, como un sujeto con un esquema de pensamiento,
que le permita reconocer el proyecto social que orienta, da sentido y significado
a su práctica educativa, al mismo tiempo que le permita desarrollarla de manera
original, crítica y creativa” (Pérez, 2001, pág. 151-152).
“Debemos concebir a la docencia
como: [...] un fenómeno complejo cuyas
relaciones esenciales, no manifiestas, deben ser identificadas y analizadas a
través de los procesos de explicación y comprensión de la misma, contraponiendo
los niveles de análisis del aula, la institución y la sociedad (Morán, 1987:
48)” (Pérez, 2001, pág. 152).
“A través de la docencia no sólo
transmitimos, enseñamos y promovemos los aprendizajes académicos contenidos en
los programas escolares, también establecemos relaciones con el conocimiento,
el alumno, la escuela y la sociedad; desde estas relaciones estamos promoviendo
o rechazando cierta forma de pensar, conocer, enseñar, obedecer, cuestionar y
actuar en general, al mismo tiempo que privilegiamos cierto tipo de valores
sociales sobre otros, en detrimento de otros” (Pérez, 2001, pág. 152)
DOCENCIA: UNA LECTURA PEDAGÓGICA-EPISTEMOLÓGICA
“No basta, recuperar la dimensión
epistemológica para una mejor comprensión de los problemas derivados de la
docencia, es necesario superar las concepciones que la ubican en un nivel de la
teoría del conocimiento” (Pérez, 2001, pág.
154).
“Requerimos revalorar la
dimensión epistemológica desde un nivel de discusión y apertura que nos permita
no sólo lograr niveles superiores de conocimiento sobre la docencia” (Pérez,
2001, pág. 154).
“Esta perspectiva nos permite ubicar
a la docencia como un campo problemático que no se puede abordar tan sólo desde
un enfoque teórico, limitarse a la lógica y a la estructura de una disciplina,
por muy alto grado de cientificidad que tenga, ni mucho menos reducir su
explicación a la lógica derivada de las prácticas en que se desarrolla” (Pérez,
2001, pág. 154).
“No queremos decir con ello que
no exista una especificidad en el objeto de estudio de la docencia, [ya se
mencionaron dos] los contenidos y la metodología didáctica” (Pérez, 2001, pág. 154).
“Empezamos a conformar un campo
problemático a partir de la ruptura y crítica de las posturas que ubican a un
objeto de estudio o práctica social, en este caso a la docencia, como privativa
de una disciplina, grupo, institución, o manera de desarrollarla, determinada y
cerrada; frente a esto requerimos de una actitud inicial de apertura que nos
posibilite nuevas formas de pensar y problematizar la docencia, como una
práctica determinada, pero que como sujetos sociales podemos activarla y
transformarla” (Pérez, 2001, pág. 154)
“La redimensionalización
epistemológica la ubicamos, donde maestro y alumno se configuran en los
elementos centrales a partir de sus relaciones con su entorno y problemáticas
que del mismo se derivan; concibiéndose como productos de la historia y como
constructores de su futuro” (Pérez, 2001, pág. 155).
“Recuperemos así el carácter
protagónico, emancipatorio y trascendental del hombre, como un sujeto concreto,
que al mismo tiempo que reconoce sus condiciones reales de existencia, lo hace
también de la utopía, concebida como la posibilidad de trascender el mañana, la
denuncia del presente y el anuncio del futuro que le da sentido a su existencia
(Escobar, 1991: 14-22).
Desde esta perspectiva, ubicamos
al sujeto como un ente potencial con capacidad crítica, posibilidad de elección
y participación para la activación y transformación de su entorno. No obstante
esta redimensionalización de la tarea epistemológica y de la docencia, se ve
limitada por la dificultad del maestro, no sólo de reconocerse como sujeto
potenciador, sino por la de escapar a la racionalidad de la modernidad en la
que éste se ve atrapado, es decir, el problema del bloqueo (Zemelman. Op.cit.).
De manera general, entendemos el
bloqueo como un problema que enfrenta el hombre en la actualidad, caracterizado
por la imposibilidad ya no de plantear, sino simplemente de reconocer opciones
de futuro (utopías) diferentes a las que los proyectos dominantes le presentan
no sólo como únicas y acabadas, sino como las mejores; por lo que su actuar lo
hace generalmente sin una posibilidad de elección y menos aún sin una
conciencia.
El bloqueo ha sido producto, en
muchos de los casos, de las mismas prácticas educativas que, lejos de
desarrollar un pensamiento creativo y crítico, lo limitan a explicar y resolver
los problemas desde una lógica, racionalidad y visión única; reduciendo su
capacidad de crear o abrir nuevos problemas, desde perspectivas y con sentidos
diferentes, lo que se traduciría en un pensar y ejercicio de la docencia de
manera diferente a como se ha venido haciendo de manera tradicional” (Pérez,
2001, pág. 155).
“El problema de la docencia no se
reduce por lo tanto a la búsqueda de explicaciones, métodos o formas didácticas
más completas, estructuradas e instrumentales para su explicación o conducción;
implica una reflexión que trascienda la dimensión pedagógico-didáctica, e incorpore
la epistemológica, como una actividad y reflexión convergente y crítica,
necesaria para quienes conducen y estudian el proceso educativo” (Pérez, 2001, pág.
156).
“La docencia se constituye así no
sólo como un proceso de transmisión de contenidos, sino como un espacio
privilegiado para problematizar, discutir y reflexionar críticamente sobre la
práctica educativa y los proyectos sociales de los sujetos que en ella
participan” (Pérez, 2001, pág. 156).
CONCLUSIONES
“Los dos campos seleccionados: el
del currículum y la práctica docente, nos han permitido comprenderlos como dos
espacios que al mismo tiempo que tienen una especificidad, se articulan a
través de una categoría más general y polémica: la formación” (Pérez, 2001, pág.
156-157).
“La docencia, para lograr una
mejor comprensión, y más adelante transformación de la misma, es necesario no
sólo dar cuenta de su complejidad, sino reconocer las currícula concretas en
que la docencia se concibe y desarrolla, caracterizadas por la diversidad de
niveles y modalidades educativos en que se ejerce, así como la identificación y
análisis de los elementos contingentes que le dan movimiento” (Pérez, 2001,
pág. 157)
Sin duda un gran artículo en donde nos amplifica y aclara la noción de docente y docencia. Es importante mantener una reflexión constante sobre esto dado que las condiciones actuales son hace llamar docente a quien hace practicar reproductoras y no como a aquel que hace una poiesis y aisthesis en lo en el dialogo continuo con los estudiantes. Saludos y abrazos estimado David Pérez Arenas!
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